Este libro —y otras obras que seguirán si me es posible— está dedicado a varios temas esenciales para los médicos y para otras personas de mente amplia que se dediquen al cuidado del ser humano, sea desde la salud o la educación. Aspiro a que su difusión represente un aporte de conocimientos y una provocación a la reflexión profunda sobre uno mismo y la relación con los otros, específicamente a la asistencia holística y compasiva a los que sufren.
Las emociones son reacciones somáticas heredadas, muy enriquecidas por la experiencia, y los sentimientos son su rastro consciente. Ambos fenómenos, con asiento en el sistema límbico, son el centro de la afectividad, que nos impulsa a aproximarnos a lo favorable y apartarnos de lo perjudicial. De esa forma logramos la supervivencia física, la integración social y nuestro mayor autoconocimiento. En la asistencia médica es imprescindible su buen manejo, ya que es la base de la empatía, principal medio de relación con el paciente.
Existe una etapa que va de la adolescencia a la adultez, descrita recientemente y llamada preadultez, que coincide con el proceso de socialización universitaria. En ella pueden verse cambios psicológicos particulares que van en paralelo con modificaciones a nivel cerebral que las condicionan. Es imprescindible conocer todas las fases del desarrollo humano, especialmente para los docentes y los médicos.
Dentro de los intentos de humanización de la medicina en los últimos decenios se inscriben dos grandes movimientos: la medicina centrada en el paciente y la medicina centrada en la persona. Ambas tienen como objetivo el trato holístico al paciente; la segunda, renacida en el siglo XXI, añade la participación del enfermo en todas las decisiones y se ha relacionado mucho a la Atención Primaria de Salud, a la práctica geriátrica humanizada y al rescate de aspectos válidos de las medicinas tradicionales.
La humanización de la labor del médico y el docente va más allá del paciente, abarcando al cadáver. Ese objeto que queda cuando las personas mueren nos llama a la reflexión y al respeto por su dignidad. Estas actitudes practicadas ante el cuerpo sin vida que nos permite el aprendizaje pueden ser un buen antecedente del respeto que los médicos debemos tener con los pacientes que nos consultan.