El concepto de democracias violentas no supone una contradicción, sino una condición posible del orden político-social en América Latina. Son democracias que combinan instituciones políticas formales, sufragio y libertades civiles con la persistencia de violencia ejercida tanto por el Estado como por actores no estatales. Estas democracias funcionan en contextos estructurales de desigualdad, con economías ilegales e informales que erosionan el poder político y desafían la legitimidad estatal. A su vez, el Estado aparece como garante de derechos y, al mismo tiempo, como productor de daño mediante políticas represivas y punitivistas.
Este libro, a través de entrevistas y análisis, ilumina dos dimensiones clave de esta crisis democrática: la ambivalencia estatal frente al crimen y la expansión del punitivismo.
Páginas: 240