No, las mujeres prehistóricas no se pasaban el día barriendo la cueva y cuidando de los hijos mientras esperaban que los hombres regresaran de cazar. Ellas también perseguían a grandes mamíferos, fabricaban herramientas y joyas, construían viviendas y exploraban formas de expresión simbólica. Los vestigios arqueológicos demuestran que las mujeres neandertales usaban la lanza; gracias al análisis del ADN sabemos que algunos esqueletos enterrados con sus armas pertenecían a jóvenes robustas que cazaban, y también está atestiguada su intervención artística en las paredes de las cuevas. Tampoco hay indicios de que, en las sociedades del Paleolítico, un periodo que se extiende durante cientos de milenios, se considerara a las mujeres inferiores y subordinadas a los hombres. ¿Por qué, entonces, sigue vigente la imagen que divulgaron los primeros prehistoriadores en el siglo XIX?
Basta retroceder en el tiempo para comprender que la jerarquización entre los géneros solo se fundamenta en prejuicios que es urgente deconstruir. De la mano de una de las mayores especialistas en el comportamiento de los neandertales, esta fascinante investigación de arqueología de género nos revela una prehistoria como nunca la habíamos leído.
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