Estamos perdiendo nuestra capacidad de no hacer nada. Nuestra existencia está completamente absorbida por la actividad y, por lo tanto, completamente explotada. Dado que solo percibimos la vida en términos de rendimiento, solemos entender la inactividad como un déficit, una negación o una mera ausencia de actividad, cuando se trata, muy al contrario, de una interesante capacidad independiente.
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