Desde la distancia que otorga el tiempo, Antonio Muñoz Molina cuenta su paso, a finales de los años setenta, por ese «fósil arcaico» que era el ejército para cumplir el servicio militar obligatorio. Despojado de su cabello, de su identidad y de su nombre, en aquel entorno marcado por el patriotismo y la ignorancia que veía con desapego, aquel joven dejó de llamarse Antonio para convertirse en «Jaén-54».
Ardor guerrero es «una crónica memorística en la que el autor aúna su excelente y eficaz narrativa con el valor del testimonio» (El Diario Vasco). Esta memoria contra la intolerancia narra una vivencia personal en la historia reciente de España con la sutil ironía y el trazo certero de uno de los escritores más reconocidos del panorama literario actual.
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