Hay un hilo que corre desde las tramas en la clandestinidad durante la época colonial hasta la consolidación institucional del siglo XX. Es la influencia que la masonería ejerció al forjarse la identidad republicana, laica y democrática de Uruguay.
Salvo excepciones, la Orden masónica no actúa como institución en el mundo profano, pero sí imprime allí su huella y traspasa sus ideales a través de sus miembros, que en la historia uruguaya definitivamente han salpicado estratégicamente todos los órdenes del poder.
Artigas no fue masón, pero es sorprendente ver cómo se rodeó de integrantes de la hermandad, comulgó con sus ideas y puso en práctica con precisión los principios de una doctrina apuntalada en la libertad civil y religiosa, república, federación y poder a raya. Luego, la logia de los Caballeros Orientales urdió la Cruzada Libertadora y los papeles para institucionalizar la rebeldía. Y a principios del siglo XX fueron plumas masónicas las que sistematizaron un nuevo orden, el del Uruguay definitivamente laico que consagraron los constituyentes de 1918.
Así lo registra la historia y ello explica, entre otras cosas, por qué Yamandú Orsi encabezó los actos del bicentenario independentista flanqueado por cabezas de la masonería. Y por qué la Orden consolida hoy un boom de adherentes, con énfasis en el ingreso de mujeres y jóvenes.
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