La instancia nuclear de esta nueva novela de Martín Bentancor es el velorio de Ferreira, un viejo chacarero de la Tercera Sección que murió sembrando plantines de boniato mientras se enfriaba una fuente de tallarines con pollo. Como todo ritual, el velorio suspende el tiempo de las obligaciones e instituye una serie de rutinas y tradiciones que los deudos cumplen solos y juntos, simultáneamente ensimismados y mancomunados. En ese espacio de suspensión fúnebre (a la vez abrumador y trivial) Bentancor construye, con soltura y pericia, un entrecruzamiento de temporalidades y planos de ficción, cuyo cauce central es la historia de William Collingwood, el Inglés. Las peripecias de este pionero trágico y distanciado son contadas, mediante fragmentos de memorias y fabulaciones, por Samurio, sujeto no menos exagerado y legendario que el héroe que él mismo recrea o inventa, durante la larga noche, tomando vino junto al ataúd.
A partir de la lectura de El Inglés, quiero anotar dos descubrimientos:
Uno: por suerte no todo se decolora o pasa de moda. El fantasma complicado de William Faulkner sigue alumbrando, en estas orillas, buenas historias y buenos escritores.
Dos: Martín Bentancor ha alcanzado su madurez literaria, lo que le permite entretejer con gran oficio los cruces e intensidades de una estructura narrativa difícil, y conseguir la ansiedad y la fascinación de los lectores.(Gustavo Espinosa).
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