Una figura diminuta y descalza al borde del acantilado, una melena pelirroja que se mueve con las ráfagas de viento, un vestido blanco hasta los tobillos... Así es la niña la primera vez que Grania Ryan la ve. «Si le digo algo podría asustarse y caer, pero igualmente la podría arrastrar el viento», piensa. Grania se ha refugiado en casa de sus padres, en Irlanda, después de que la relación con su novio en Nueva York haya terminado. Allí entabla una íntima amistad con esa niña, Aurora Lisle, y su padre, viudo. Sin embargo, esta inesperada relación reaviva un profundo resentimiento entre las dos familias de cuyo origen nadie quiere hablar.
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