Martín Gaínza, profesor jubilado —y protagonista de la novela Congoja—, se ha mudado a Araminda, un balneario no muy alejado de Montevideo, junto a su perro Larkin.
La vida que tuvo y la que ha decidido tener pueden leerse como aventuras unitarias: la nueva escenografía de balneario, sus relaciones amorosas y sus nuevos vecinos son una continuación natural de su vida. El narrador decide que su personaje le sobreviva, no por afán realista o mimético: Ojeda construye una simultaneidad de quien ha sido Martín Gaínza, del que es y del que será.
Cuando la última página de la novela haya sido leída, el lector continuará con sus asuntos. Y lo mismo el narrador, aunque un poco antes que el lector y también un poco después que él, lo hará de manera idéntica y a la vez diferente; como la pulsión de un asesino en serie, como la necesidad de la supervivencia, como la búsqueda de la inmortalidad posible, grandiosa y renga. Un paseo por las dunas que van y viene, eso es Misantropía.
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