Una crónica callejera de la Copa que se ganó en Qatar y se vivió acá.
Si el fútbol siempre exagera la vida y los Mundiales exageran el fútbol, Qatar exageró la vida y el fútbol. ¿Cuántos sintieron -como dijo Messi- que diciembre de 2022 fue el Mes de Nuestras Vidas? Esta Copa del Mundo nos sacudió a todos y a todas, a los futboleros de ley y a los que se suman cada cuatro años, pero en particular a las nuevas generaciones, desde los más pibes a los de 30, que primero agotaron las figuritas y luego tuvieron, por fin, su propia leyenda, su propia épica, su propio héroe. Fue un Mundial del que cada uno guardará un recuerdo personal, único. No solo las imágenes lacradas en eternidad (Messi y la Copa, el baile del Dibu, "qué mirá' bobo, andá p'allá") sino, y especialmente, una postal íntima: la de dónde y con quiénes lo sufrimos y lo festejamos. Una foto de los días en que el tiempo quedó suspendido y millones nos enajenamos por la Scaloneta y salimos a la calle en un escenario que fue también atípico, al borde del verano, en un mes que nuestra historia asocia a situaciones mucho menos felices. Por todo eso, este no es un libro de análisis deportivo, es una crónica pasional sobre el evento que nos convocó y unió como pocas veces. Que reconstruye la relación de los hinchas con la Selección, sí, pero que por encima de todo deja testimonio del delirio que vivimos con amigos, del regreso a una infancia en la que los goles eran el centro de la Tierra y de esos abrazos -que ya no abundan- entre padres, madres, hijos e hijas. Un relato vital y emotivo de cómo, cuando ya no lo esperábamos, atravesamos nuestro Mundial más hermoso y volvimos a ser hinchas del Club Atlético Selección Argentina.
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