En el arte de Ibero Gutiérrez confluyen el impulso de transformar la sociedad y el “cambiar la vida” en la senda de Arthur Rimbaud, a quien tanto se parece —acaso nada casualmente— en ese autorretrato al óleo fechado en 1965. Artista precoz y apasionado, su producción sorprende, además, por su calidad y por su volumen, como si intuyera que su vida habría de ser corta, o segada. Entre los 14 y los 22 años escribe: dos Diarios personales, nueve Cuadernos de poesía, unos siete conjuntos de textos a modo de plaquettes, y seis extensas antologías de su propia factura. (…) Su poética es representativa de una promoción artística contestataria y disidente de los cánones estéticos al uso, que fuera truncada por el entorno represivo, por cierta doxa ideológica en el seno de la propia izquierda, y por la persecución a los intelectuales que la dictadura militar orquestó desde 1973. Ante el universo de su poesía se produce un efecto caleidoscópico en el que —aún entre mucha página a vuela pluma, escrita en condiciones carcelarias— se percibe la tensión propia del cambio de imaginario en el que dicha promoción comenzaba a aventurarse. Si hay un poeta uruguayo que representa el espíritu del ´68 internacional, ése es Ibero Gutiérrez. Su producción es la de un lúcido y activo protagonista del sismo juvenil que estalló por todo el mundo, a diestra y a siniestra, orientando una holística revolucionaria que hizo ingresar lo político en lo sexual, lo artístico en lo espiritual y que concibió lo cultural como vía de un cambio liberador de las mentalidades (Luis Bravo).
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