María Eugenia Vaz Ferreira fue una adelantada a su tiempo.
Muy joven deslumbró en los salones burgueses de su época con una poesía profunda y desenfadada. José Enrique Rodó y Julio Herrera y Reissig reconocieron tempranamente su talento, seguidos por otros intelectuales del Novecientos. También despertó la admiración de Rubén Darío, el hombre que revolucionó la poesía con la creación del modernismo latinoamericano.
Sin embargo, María Eugenia no fue feliz. Su carácter melancólico, su compleja espiritualidad, sus extravagancias y su inclinación por la atmósfera de la noche la impulsaron a aislarse y refugiarse en su arte. Rechazó siempre las propuestas para publicar su obra, quizás porque ello significaba exponer su convulsionado mundo interior. Su temperamento y su manera de ir por la vida no se amoldaban a los cánones de la época, y la pacata sociedad que la rodeaba la condenó a la incomprensión y el rechazo.
Con Sufrir en el silencio, Fischer completa una trilogía clave de la producción bibliográfica contemporánea, junto con los trabajos sobre Juana de Ibarbourou y Delmira Agustini. Los tres libros constituyen el fresco de un momento fundacional de nuestra identidad cultural, una época en que la poesía era popular y los poetas conmovían a todos y convocaban multitudes.
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