Cuando un susto te abra los ojos como moneda de diez pesos y el miedo te deje duro como cubito de hielo, acordate de que siempre, siempre, ¡SIEMPRE!, las cosas parecen peores de lo que realmente son.
De paseo por el norte del país me enteré de esta historia que pasó un día y que, según supe, es todita cierta, menos las partes que fueron inventadas. Descubrí también que las siestas son más largas y más tibias allá, en Tacuarembó Chico.
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