Gilda teme a la muerte, lo normal. Solo que también le da miedo seguir viva, y lo que eso supone. Lidiar con una familia excesiva. Pagar facturas. Dar un paso adelante en su relación con Eleanor. Cuando empieza a trabajar de secretaria en la iglesia St. Rigobert (un poco por error), encuentra una nueva perspectiva acerca de la muerte y la supervivencia. Allí conocerá al párroco Jeff, quien llora a escondidas tras cada funeral, al coach motivacional profundamente desmotivado Giuseppe, que la llama todas las noches para pedirle una cita. A una anciana amante de los gatos, con quien intercambia correos. Gente a la que la vida no se le da excesivamente mejor que a ella, y sin embargo sigue intentándolo. Porque vamos a morir todos. Pero no hoy.
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