Febrero de 1973 marcó un punto de inflexión en la historia uruguaya. Las Fuerzas Armadas dieron entonces un gigantesco paso en su avance hacia el poder. El Ejército y la Fuerza Aérea, con el apoyo de la Policía, desafiaron al poder político y a la institucionalidad, se negaron a reconocer al general (r) Antonio Francese como ministro de Defensa Nacional, sacaron los tanques y los blindados a las calles, y tomaron el control de los medios de comunicación.
El apoyo incluso continuó luego de que el presidente Juan María Bordaberry pactara con los militares rebeldes aceptando sus condiciones. El autor indaga en la postura que tuvo buena parte de la izquierda y del sindicalismo, respaldando a los mismos generales que luego harían de esa izquierda una víctima central de la dictadura.
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