Los años pasan rápido y Obdulio Barreras empieza a sentir que ya es el último pasajero. Cuando mira atrás, muy atrás, se ve todavía potrillo y fuerte. Pero eso parece demasiado lejos, como si hubiera ocurrido en otra vida, cuando vistió el uniforme de patrullero o fue agente de Investigaciones. Recuerda las amarguras y decepciones de cuando no aguantaba más y quería dejar esa vida a reglamento, asqueado y en rebelión; o los años de prisión, pesadillescos, interminables, pero al mismo tiempo cargados de buenos recuerdos de amigos y lealtades. Y a veces, cuando se pone nostálgico, vuelve a recordar aquellos años perdidos de cuando creía que por fin había conquistado su libertad y podría ser un gran detective, que algún día tendría su propia oficina en vez de la trastienda prestada en la que atendía a unos escasos clientes. Los años pasaron y Barreras los mira con un amasijo de sensaciones, ojea los recortes, las viejas fotos, remueve esas cenizas de vidas pasadas, esos amarillentos papeles viejos.
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