El vapor Taquarí, del Lloyd Brasileiro, se vio envuelto en un halo de misterio desde su propio viaje inaugural que culminó en naufragio frente al cabo Polonio. Nada menos que un martes 13 y en un día calmo y de amplia visibilidad.
Su casco quedó visible durante varios meses sin que nadie sospechara o advirtiera del daño potencial que terminaría causando su peligrosa carga de 222 toneladas de desechos químicos que poco a poco iban filtrándose de su bodega tapada por las aguas.
Al principio muchos dudaron en creerlo responsable de la terrible mortandad de mariscos, lobos marinos y otras especies del mar, así como también de caballos, cerdos, gallinas y hasta animales domésticos que vivían en las proximidades de las costas de Uruguay y Brasil. Pero al final las extrañas circunstancias del naufragio y la frecuencia de las mareas rojas que sobrevinieron no dejaron dudas en señalarlo como el verdadero responsable.
Dada la alarma vino el despertar de la conciencia y tanto periodistas brasileños como el investigador uruguayo Richar H. Ferreira, lo relacionaron con el caso del Itapagé que en circunstancias parecidas lanzó al mar 330 toneladas de agrotóxicos, casualmente otro barco del Lloyd Brasileiro.
Y como si fuera poco surgió la comparación con el episodio del Enskeri, un buque tanque finlandés que cargaba 700 toneladas de arsénico y oxido de potasio, que terminó generando un escándalo diplomático internacional.
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